miércoles, 16 de enero de 2013

Primo no, hermano



Por Elisa Rondón



Cédula por favor – dice el guardia en la entrada de Discovery Bar.

Siempre lo mismo, pienso. Se los juro que soy mayor de edad desde hace rato, pero al parecer no lo aparento.

Entrego mi cédula, la de la firma de 6to grado, que para nada me ayuda. Con miedo porque no sabía si esto era para mayores 21, edad que alcanzaría una quincena después.

El hombre se quedó como un minuto detallando mi cédula, un poco extrañado con lo que leía. Yo a punto  de abrir la boca para salirle con un: “Señor se lo juro que no es falsa, el papel kodak ya no se consigue”.

Tenemos los mismos apellidos – me dice.

¿Cómo? ¿El Casique? ¿Es Casique? ¿En serio? – encontrar un Casique en esta ciudad es como conseguir harina en el supermercado.

El Rondón y el Casique. Tú eres Elisa Rondón Casique y yo soy Juan Rondón Casique.

Mentiroso – le dije – no te creo, es imposible. 

El Rondón es conocido, pero no es Pérez ni González. Y el Casique (con S), ni hablar. Pruebas fue lo primero que le pedí y me pasó su cédula, la cual llegó hasta al Facebook. Resulta que tengo otro hermano. Bueno, sería más creíble si por lo menos nos pareciésemos un poquito, porque a parte de nuestro apellidos ni un rasgo compartimos.

Cosas así sólo pasan cuando uno se aventura en algún plan diferente al “reu en casa de Pedro”. En esta oportunidad fue un viernes de predespacho de Tequila Sunset con las primas y luego Gypsy Ska en Discovery.

¿No te sientes como en Cuba?—le pregunto a mi prima

Lo dices por Havana Nights, ¿verdad? – responde. (Ella siempre sabe de lo que hablo)

Nuestra asociación de este lugar en El Rosal con la película de Diego Luna vino inmediatamente a nuestra cabeza por la música que sonaba, los mojitos y la mujer bailando en la tarima danza árabe con una mezcla de otros varios movimientos latinos.  

Ya había visto a Gypsy Ska una vez. Pero el lugar define totalmente el tipo de toque que se lanzan. Esta vez comenzó el toque y las guitarras, contrabajo y saxo estaban en la tarima. Pero había algo extraño, escuchaba instrumentos que no veía. ¿Y el acordeón y el trombón? Ahí estaban, bailando y tocando entre el público, cosa que me sacó una sonrisa que mantuve hasta que se empezó a formar el pogo. El jalón que me echó mi prima para que me alejara de ahí me asustó más que el pensar lo que me pasaría al verme encerrada en ese remolino de gente, considerando mi fuerza. 

A pesar de que no soy amante de las conglomeraciones, creo que la música y toda la experiencia en general, incluyendo el descubrimiento de mi “hermano”, hicieron de Discovery un lugar muy divertido al cuál volvería. 

1 comentario:

  1. jaja. Lo menos que me imaginé al entrar a esta crónica fue ver esa foto del momento.

    ¿Y el hermano? Me quedé con ganas de conocerlo ;)

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