Por Elisa Rondón
Cédula por
favor – dice el guardia en la entrada de Discovery Bar.
Siempre lo
mismo, pienso. Se los juro que soy mayor de edad desde hace rato, pero al
parecer no lo aparento.
Entrego mi
cédula, la de la firma de 6to grado, que para nada me ayuda. Con miedo porque
no sabía si esto era para mayores 21, edad que alcanzaría una quincena después.
El hombre se
quedó como un minuto detallando mi cédula, un poco extrañado con lo que leía.
Yo a punto de abrir la boca para salirle
con un: “Señor se lo juro que no es falsa, el papel kodak ya no se consigue”.
Tenemos los
mismos apellidos – me dice.
¿Cómo? ¿El
Casique? ¿Es Casique? ¿En serio? – encontrar un Casique en esta ciudad es como conseguir harina en el supermercado.
El Rondón y el
Casique. Tú eres Elisa Rondón Casique y yo soy Juan Rondón Casique.
Mentiroso – le
dije – no te creo, es imposible.
El Rondón es conocido,
pero no es Pérez ni González. Y el Casique (con S), ni hablar. Pruebas fue lo primero que le pedí y me pasó su
cédula, la cual llegó hasta al Facebook. Resulta que tengo
otro hermano. Bueno, sería más creíble si por lo menos nos pareciésemos un poquito,
porque a parte de nuestro apellidos ni un rasgo compartimos.
Cosas así sólo
pasan cuando uno se aventura en algún plan diferente al “reu en casa de Pedro”.
En esta oportunidad fue un viernes de predespacho de Tequila Sunset con las primas y luego Gypsy Ska en Discovery.
¿No te sientes
como en Cuba?—le pregunto a mi prima
Lo dices por
Havana Nights, ¿verdad? – responde. (Ella siempre sabe de lo que hablo)
Nuestra
asociación de este lugar en El Rosal con la película de Diego Luna vino
inmediatamente a nuestra cabeza por la música que sonaba, los mojitos
y la mujer bailando en la tarima danza árabe con una mezcla de otros varios
movimientos latinos.
Ya había visto
a Gypsy Ska una vez. Pero el lugar define totalmente el tipo de toque que se
lanzan. Esta vez comenzó el toque y las guitarras, contrabajo y saxo estaban en
la tarima. Pero había algo extraño, escuchaba instrumentos que no veía. ¿Y el acordeón
y el trombón? Ahí estaban, bailando y tocando entre el público, cosa
que me sacó una sonrisa que mantuve hasta que se empezó a formar el pogo. El jalón que me echó mi prima para
que me alejara de ahí me asustó más que el pensar lo que me pasaría al verme
encerrada en ese remolino de gente, considerando mi fuerza.
A pesar de que
no soy amante de las conglomeraciones, creo que la música y toda la experiencia
en general, incluyendo el descubrimiento de mi “hermano”, hicieron de Discovery
un lugar muy divertido al cuál volvería.
jaja. Lo menos que me imaginé al entrar a esta crónica fue ver esa foto del momento.
ResponderEliminar¿Y el hermano? Me quedé con ganas de conocerlo ;)